Después de llegar a casa, llorar y descargar
tantos nervios acumulados de estas últimas semanas, puedo resumir lo que ha
supuesto para mí estas jornadas. Es algo que necesito contar, aunque sea
en unas breves palabras.
Creo que el principal objetivo que nos
propusimos se consiguió: que nosotras, las familias, fuéramos las protagonistas
de las jornadas. Hemos conseguido crear un espacio de confianza en el que nos
sentimos libres de expresarnos sin ser juzgados. Y todo ello con la ayuda de
los profesionales que compartieron con nosotros su experiencia. Especialmente
debemos agradecer a los ponentes de tantísimo nivel, que desinteresadamente nos
ofrecieron su conocimiento, pero también las intervenciones de todos los demás,
que nos hicieron reflexionar de una manera muy profunda.
Quiero agradecer el esfuerzo de todas las
familias, que muchas habéis venido de muy lejos, y que el hecho de tener niños
pequeños, bebés, e incluso alguno de vosotros convalecientes, no ha impedido
que viajéis a Granada. Todo nuestro esfuerzo de estos meses se suma al vuestro.
Entre todos hemos conseguido aliviar nuestras
mochilas, llenas de dudas, incertidumbre y miedos en la crianza de nuestros
hijos.
Especialmente me llevo una inyección de
esperanza, porque sé que no estoy sola.
Puedo contar y contaré con un equipo de gente,
empezando por Mercedes Moya, mi más estrecho apoyo, y acabando por todo el
equipo de Aldeas Infantiles, que se han volcado en este proyecto, al que tengo
que decir que se sumaron a ciegas.
Porque tengo a las familias que tantísimo
apoyo y agradecimiento me han dado, y que os tengo que decir que tengo el
corazón lleno a rebosar.
Y porque, muy especialmente, he podido
conocer a Carla, quién me ha quitado una de las piedras más grandes de mi
mochila. En ella veo un futuro que siempre he soñado para mis hijos, que son por
los que en último término hago todo esto. Creo que junto con Iratxe nos
hicieron un regalo enorme a todos los padres adoptivos que estábamos allí. Cuántas
veces hemos mirado al futuro de nuestros hijos con miedo, por culpa de ese
techo de cristal que nuestra sociedad y especialmente nuestro sistema educativo
nos ha hecho creer que no pueden traspasar. Ha sido ella, junto con todos vosotros
los que me habéis dado la fuerza para continuar por este camino. Sin duda las
familias adoptivas estamos hechas de otra pasta. Ahora sé que no estamos solos
y que tal y como os prometimos vamos a seguir luchando y dando caña.
Gracias, gracias y mil gracias.
María Martín Titos
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