jueves, 28 de julio de 2011

¡¡¡¡¡¡¡Vacaciones!!!!!!!


Mis hijos están como locos desde que se enteraron que los vamos a llevar a Disneyland París en octubre. Lo malo es que Simón cada día nos pregunta: "¿quiero ir a París?, ¡tengo muuuuuchas ganas de ver a Mickye!, y claro, por más que le explicas que todavía queda un poquito, su ilusión y noción del tiempo no lo entienden. La verdad es que fue una promesa que le hice cuando lo operaron, le dije que si era fuerte y se curaba pronto lo iba a llevar a Disney, y claro gracias a Dios lo vamos a cumplir. Además vamos con nuestros amigos de Madrid que conocimos en Chitá, ahora el viaje es totalmente diferente y vamos a disfrutar como enanos allí. Bueno, todo esto de las vacaciones y los aviones, ha hecho que nos acordemos del día que nos montamos en el avión de Chitá los cuatro de regreso a casa. La sensación que me invadió fue como si los estuviera robando. Todo eran prisas e instrucciones, parecía que estábamos haciendo algo malo y eso no ayudaba mucho, con todos los nervios que ya estábamos pasando. No sé porque ese sentimiento, pero en cierto modo los estábamos sacando de su ciudad natal, donde están sus raíces, parte de su vida. no sé pero mi corazón estaba lleno de alegría de que por fin me montaba con mis hijos para estar con ellos para siempre, deseando de salir de allí y pisar tierras españolas. Después de los años de espera y papeleos por fin llegó el día de traérnoslos. Pero mi mente pensaba en todo lo que esa ciudad nos había dado, todo lo que hemos vivido y nos acompañará el resto de nuestras vidas. Me acordé de la película la pequeña Lola, cuando los padres cogen el avión en Camboya con su niña en brazos y miran a través de los cristales la ciudad natal de su hija.No sé porque pero estoy segura que volverá a pisarla algún día, de manera totalmente diferente y junto a mis hijos. No hay un día que no recuerde algún momento vivido allí. Cada vez que veo a mis hijos, no me lo puedo creer, no parecen los mismos niños. Están grandes, fuertes y muy guapos (soy su madre y se me cae la baba). Han crecido mucho en todos los sentidos, están muy felices y desbordan alegría, nada que ver con los niños decaídos, enfermos y asustados que eran. Aunque todavía nos queda mucho camino por recorrer.

Estas son nuestras segundas vacaciones juntos y son totalmente diferentes. Ahora estamos más que adaptados, evidentemente hablamos el mismo idioma y los miedos han desaparecido. No tenemos la presión e insistencia de los amigos y familiares del verano pasado. Ahora no paramos de inventar a donde vamos a ir, ¡nos lo pasamos genial!. Menos mal que tenemos energía para ir a su ritmo, porque son pura dinamita,¡¡no se cansan nunca!!. Sobre todo yo que me paso 24 horas al día con ellos y me acuesto agotada, pero no lo cambio por nada del mundo, soy la mujer más feliz de la tierra. Intentamos que cojan fuerzas extras, sobre todo el peque, para estar preparado para la segunda intervención que le espera en otoño. Ya ha pasado la prueba del anestesista, sus analíticas correspondientes, etc... ahora mi niño se merece descansar de médicos y hospitales y coger mucha energía para estar fuerte, y los demás también. Cogemos vacaciones dos semanas en agosto y nos iremos a la playa. A la vuelta os cuento.

Que tengáis todos una felices y descansadas vacaciones y a los que estáis esperando, de los que me acuerdo un montón, espero que este verano sea el último sin vuestros peques, y espero que septiembre llegue cargado de buenas noticias.